Para el régimen, los alacranes y los nuevos alacranes potenciados que acaban de desenmascararse y estaban disfrazados de opositores, siendo sus figuras más notables Rosales y Capriles, su llamado a que votes es en el fondo un llamado para que asistas a una farsa y botes tu derecho a elegir, entregándoselo a los opresores y sus tramposos a cargo del Consejo Nacional Electoral o del Tribunal Supremo de Justicia, en medio de una teatral actuación, que si no fuera por la tragedia que representa para el resto de los venezolanos, sería una opereta. Las encuestas señalan que más del 80% de los votantes no van a asistir a esa mascarada teatral, pero además demuestran que ya se les cayó la careta a los pseudo opositores, Y que ahora hay una reagrupación de fuerza que deja de un lado al opresor mayor y sus 40 ladrones, ya todos desenmascarados, sin el disfraz de opositores, y por otro lado la inmensa mayoría de la población, liderada por María Corina y Edmundo, consolidándose y articulándose en una fuerza abrumadora, nunca vista antes en Venezuela, por la conjunción de intereses económicos, sociales, políticos y de seguridad personal y nacional de todos los sectores, de todas las clases sociales, de todas las asociaciones ciudadanas, civiles o militares y policiales, que se van consolidando hacia una organización formal. ¿Quiénes van a ir a “botar”, es decir, a entrar a un centro de votación, ser identificados, dejar su huella, pisar una pantalla, sacar un papelito y meterlo en una caja de cartón, para que más tarde digan que ganó otro? Pues, en primer lugar, los chavistas maduristas, pues hay muchos chavistas que no van a ir, y algunos maduristas resentidos por no estar en las listas sus personas o sus líderes o sus amigos, pues en el partido de gobierno y sus alacranes la lista la hacen Diosdado, los hermanos Rodríguez y se las aprueba Maduro, incluyendo los nuevos partidos alacranes y los desertores de los partidos democráticos que tampoco salieron en esa lista. En segundo lugar, los testaferros, amigos e intermediarios del régimen que se están beneficiando por la robolución. En tercer lugar, los chantajeados o extorsionados por el régimen, por ser autores o cómplices en hechos delictuosos y tener una espada de Damocles sobre ellos, lista para enjaularlos o arruinarlos, a ellos y sus familiares, o por haberse acercado demasiado al régimen por buscar favores o protagonismo, como algunos empresarios y profesionales, o líderes de asociaciones civiles, ONG, sindicatos o gremios, militares y policías, etcétera... Como cuarto tipo de “botante” aparece el consabido pusilánime que se las da de vivo, el que teme que su no aparición provoque el impedimento de sacar documentos oficiales, impedirle apostillar, darle pasaporte o cualquier cosa que puede hacer el régimen en retaliación hacia el otro 80% que no asistió a la farsa. Es muy triste, pero el porcentaje de este tipo de personas es directamente proporcional a su capacidad económica y nivel de formación. Es triste, pero a los supuestos más capaces económica y socialmente es a los que la leyenda urbana de una nueva lista de Tascón más amedrenta. El último tipo de votante es el muy ingenuo, que de verdad cree en lo que la dictadura dice a través de los medios formales de comunicación y su campaña en las redes, o muy bruto y simplemente sigue las órdenes que le dan. Pero en lo que no reflexionó es que ya el mundo entero y el 80% de los venezolanos, cuando menos, si no más, saben que es una farsa, que es teatro para tratar de rescatar la oposición política, buscar la normalización económica y social y aplacar el ruido de sables y el relajamiento interno que está sufriendo el régimen. Ya la trampa le falló. Ya nadie cree en ella. Ya antes de la fecha han fracasado; durante la fecha quedarán en ridículo, y solo les habrá servido para autoalimentarse los jerarcas y sus jaladores con la creencia de que hicieron un juego maestro en política, en un continuado alarde de mediocridad en la narrativa de sus portavoces. Es un paso más que se acerca hacia dónde vamos: HASTA EL FINAL.
Las elecciones o comicios son un proceso institucional en el que los electores eligen con su voto, entre una pluralidad de candidatos a quienes ocuparán los cargos políticos en una democracia representativa. Para las administraciones del Estado, en su desarrollo democrático celebran periódicamente elecciones legislativas, además, en muchas democracias representativas se convocan elecciones a la jefatura del Estado o del Gobierno. Las elecciones judiciales, en que el pueblo determina las personas que van a interpretar las leyes, solamente se celebran en la actualidad en el Estado Plurinacional de Bolivia, correspondiendo en el resto de países democráticos su elección al poder legislativo y/o ejecutivo.